-¿No
quieres un poco más?-insistió mi madre
-Por
undécima vez mamá, no, estoy lleno.
-¿undécima?
Estas exagerando.
-Las
he contado, créeme. Me voy a la cama, estoy cansado.- no era cierto pero no
veía otra manera de escaquearme.
-Antes
de que te vayas, han llamado esta tarde cuando estabas en clase de guitarra.-
me dijo, como si fuera una idea de última hora- No me ha querido decir quién era,
el caso es que su voz me resultaba familiar…
-¿y…?-la
animé a proseguir.
-He
apuntado el número, está en la encimera, me han dicho que llames, decían que
era urgente.- concluyó.
-Ah,
pues gracias por decírmelo tan pronto como has podido- respondí irónicamente.
-Se
me ha olvidado, tenía cosas que hacer, tal vez si ayudarás un poco más en casa…
¿Sabes que esta es la primera vez que me siento en todo el día?…
Cogí el papel de la encimera y me fui a
mi cuarto, dejando a mi madre con su monólogo en la cocina. Probablemente aún
no se había dado cuenta de que, no solo no la estaba escuchando, sino que ni
siquiera me encontraba en la misma habitación que ella. No me sentí culpable, me
decía lo mismo todos los días, estaba seguro de poder recitar su sermón de
memoria. Por primera vez miré con atención el número que sostenía en la mano,
conocía aquel número, aunque tampoco se podía decir que habláramos mucho,
estábamos muy unidos. Marqué y espere a que contestaran. Al sexto pitido
cogieron, una voz ronca y temblorosa contesto al teléfono -¿diga? Se oyó desde
el otro lado de la línea. Era mi
abuela.
muy buena!!!
ResponderEliminar