Oí
una voz desconocida gritando mi nombre, me giré y el taxi cruzo delante de mí y
desapareció entre las calles. Una señora mayor, (le eché unos cincuenta y
muchos) robusta (por no decir gorda) y bajita se acercaba rápidamente con paso
firme hacia mí. Aparté la vista un segundo para ver a la joven de antes, pero,
ya había desaparecido. Me sorprendí pero tampoco me llamó especialmente la
atención así que volví la vista hacia la señora.
-¡Peter, Peter! ¿Eres tú?- me preguntó.
Así que me conocía, pero yo no tenía ni idea de quien era ella.
-Esto…sí. ¿Y usted es…?
Pareció levemente decepcionada de que
no la reconociera pero se recompuso enseguida
-¿No te acuerdas de mí? Soy la señora
Collins, Adeline Collins. Bueno, imagino que eras demasiado pequeño para
acordarte pero tú solías venir con tu abuela a preparar bizcochos en mi casa. Éramos
grandes amigas.-concluyó con aire nostálgico.
En ese momento sí que la recordé, y también las tardes que pasaba en su casa, las risas
cuándo yo me ponía perdido de harina, en una ocasión mi abuela se rió tanto que
se le salió la dentadura. Entonces advertí algo con cierto retraso.
-¿Éramos?¿Ya no son amigas?- pregunté
sorprendido. Entonces ella me dedicó una mirada extrañísima que no supe
descifrar pero cuyo significado me quedo claro apenas unos segundos después.
-Oh, bueno, tu abuela y yo siempre
seremos amigas y yo siempre la llevaré en mi corazón, claro está; hasta que la
muerte me lleve a mí también.
-¿También?- La confusión aumentaba en
mí por momentos y la sospecha y la certeza de que realmente sabía lo que
sucedía aún no se habían exteriorizado. Pero Adeline fue precisa:
-Tus abuelos están muertos, ambos.
¿Acaso no lo sabías?
-Ya sabía lo de mi abuelo pero ella
aseguraba estar perfectamente bien la semana pasada cuando…
La mujer me interrumpió sobrecogida.
-Eso es imposible dijo sombríamente.-
Tu abuela murió hace 5 meses.