lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 5


Oí una voz desconocida gritando mi nombre, me giré y el taxi cruzo delante de mí y desapareció entre las calles. Una señora mayor, (le eché unos cincuenta y muchos) robusta (por no decir gorda) y bajita se acercaba rápidamente con  paso firme hacia mí. Aparté la vista un segundo para ver a la joven de antes, pero, ya había desaparecido. Me sorprendí pero tampoco me llamó especialmente la atención así que volví la vista hacia la señora.
         -¡Peter, Peter! ¿Eres tú?- me preguntó. Así que me conocía, pero yo no tenía ni idea de quien era ella.
         -Esto…sí. ¿Y usted es…?
         Pareció levemente decepcionada de que no la reconociera pero se recompuso enseguida

         -¿No te acuerdas de mí? Soy la señora Collins, Adeline Collins. Bueno, imagino que eras demasiado pequeño para acordarte pero tú solías venir con tu abuela a preparar bizcochos en mi casa. Éramos grandes amigas.-concluyó con aire nostálgico.
         En ese momento  sí que la recordé, y también  las tardes que pasaba en su casa, las risas cuándo yo me ponía perdido de harina, en una ocasión mi abuela se rió tanto que se le salió la dentadura. Entonces advertí algo con cierto retraso.
         -¿Éramos?¿Ya no son amigas?- pregunté sorprendido. Entonces ella me dedicó una mirada extrañísima que no supe descifrar pero cuyo significado me quedo claro apenas unos segundos después.
         -Oh, bueno, tu abuela y yo siempre seremos amigas y yo siempre la llevaré en mi corazón, claro está; hasta que la muerte me lleve a mí también.

         -¿También?- La confusión aumentaba en mí por momentos y la sospecha y la certeza de que realmente sabía lo que sucedía aún no se habían exteriorizado. Pero Adeline fue precisa:
         -Tus abuelos están muertos, ambos. ¿Acaso no lo sabías?
         -Ya sabía lo de mi abuelo pero ella aseguraba estar perfectamente bien la semana pasada cuando…
         La mujer me interrumpió sobrecogida.
         -Eso es imposible dijo sombríamente.- Tu abuela murió hace 5 meses.

sábado, 7 de julio de 2012

Sintonía Literaria

Sintonía Literaria

Mega Sorteo: Todos los días hay algo que celebrar

Acabo de descubrir un blog llamado sintonía literaria y aquí arriba os dejo el link de un concurso que han organizado.

domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo 4


Capítulo 4
         La nieve caía mientras yo iba sentado en el todoterreno  del peor taxista del planeta. Vale, admito que no era el camino mejor asfaltado del mundo, pero daba la impresión de que el conductor se esforzaba por buscar todos los baches y pasarlos del peor modo posible. Tras unos fallidos intentos de establecer una charla amigable con él, me dediqué a pensar mientras veía  los parajes del norte a través de la ventanilla. Los bosques  de coníferas, estaban espolvoreados con nieve, como si de azúcar se tratase y las azules montañas se recortaban contra el cielo crepuscular, el efecto total era deslumbrante.

         Aunque, desde luego, yo no me fijaba en esas cosas… Entre un pestañeo y otro atisbe la primera casucha del pueblo, el cobertizo de Willy, el leñador. Después pasamos por delante de otras 6 o 7 viviendas, nos íbamos acercando al centro del pueblo. Se oían los gritos y las risas de los niños, podía imaginarme sus guerras de bolas de nieve según nos íbamos acercando a la plaza principal. El taxista paró justo enfrente de la fuente, y cuando bajé, un silencio  sepulcral se instauró de repente. La gente me miraba extrañada, como si supieran quien era yo pero no comprendieran por qué estaba allí.  He de reconocer que me sentí algo intimidado por aquella recepción de miradas compasivas y según advertí con sorpresa, también hostiles. ¿Acaso no entendían que, aunque hacía años que no lo veía, quisiera asistir al funeral de mi abuelo? Todo el mundo me estaba mirando, pero no, me di cuenta mientras bajaba las maletas del taxi de que esa afirmación no era totalmente cierta. Había una joven al otro lado de la plaza que no había levantado la vista del inmenso libro que estaba leyendo. El cabello, negro y largo le caía sobre los ojos impidiéndome ver su rostro, pero a ella no parecía dificultarle la lectura, pues no se lo retiró. Entonces me di cuenta de qué era lo que me había chocado de ella, iba descalza y llevaba un vestido largo del color de su pelo cuando yo, que iba muy abrigado y llevaba incluso guantes y bufanda tenía frio. 

sábado, 16 de junio de 2012


Capítulo 3
         La conversación con mi abuela se alargó media hora en la que acordamos que cogería un avión en las vacaciones de Pascua, me quedaría con ella las dos semanas y la ayudaría con el funeral, después le pasé el teléfono a mi madre para que concretará los detalles.
         No me sentí demasiado entusiasmado con la idea de pasar 2 semanas en el pequeño “pueblo”  de mi abuela. Tampoco  estoy seguro de que pueda llamársele pueblo, muy poca gente vive allí y ni siquiera aparece en los mapas. Está rodeado de montañas y llanuras inhóspitas y deshabitadas, la mayoría de los inviernos queda inaccesible por las nevadas, por lo que los lugareños reúnen provisiones para el invierno. Aunque tampoco puede decirse que el resto del año haga mejor tiempo. También es frecuente que quede incomunicado por las tormentas en cualquier fecha del año, las líneas telefónicas, internet…podía decirse que todo lo relacionado con la tecnología era muy endeble en aquel lugar. Cuando yo era pequeño, recuerdo que solíamos ir allí de vacaciones regularmente, y jugaba con un niño de mi edad, Hank. Era mi mejor amigo hasta que murió mi padre y nos distanciamos,  porque desde entonces no había vuelto allí. Resulta curioso que la muerte, que me alejo de aquel lugar, sea la que de nuevo, me lleve de vuelta.

viernes, 18 de mayo de 2012

Capítulo 2



         -Hola abuela, soy yo, Peter. Mi madre ha dicho que has llamado y que era urgente, ¿ha sucedido algo? ¿Estáis bien el abuelo y tú?- mi voz se fue haciendo más aguda según hablaba, me sonaba lejana, como si fuera la voz de un perfecto desconocido.

         -La verdad es… que no, cariño… ha muerto.-aquellas palabras me cayeron encima como si de una sentencia se tratara. Sabíamos que el abuelo estaba enfermo, los médicos anunciaron que no le quedaban muchos meses de vida, aunque no pudieron determinar la enfermedad. Dijeron que la vida se le escapaba rápidamente, que parecía como si alguien lo estuviera envenenando lentamente hasta morir. Pensé que tenía asumido que mi abuelo iba a morir, pero resultó que no era así. No quise creerlo, así que le pregunte a mi abuela:

         -¿Quién ha muerto, uno de tus gatos?

         -Peter sabes perfectamente de quien estoy hablando- ahora mi abuela parecía enfadada- por favor, no me hagas decirlo en voz alta.

         Entonces me di cuenta de que mi abuela debía de estar pasándolo mil veces peor que yo, sola en casa, confusa y desolada, sin saber qué hacer, con sus gatos y un cadáver como única compañía. 

         Por eso, respiré hondo y decidí hacerme cargo de la situación.

         -¿Has llamado a la policía? ¿a urgencias? ¿a la funeraria?- me di cuenta de que no se me daba bien eso de hacerme cargo de la situación, seguramente estaba tan perdido como debía estarlo ella. Por eso me sorprendí al oírla decir con firmeza:

         -Sí, y ya se han llevado el cuerpo, todavía no me han concretado cuando será el funeral pero creo que deberías estar aquí para entonces,  no sé si tu madre querrá venir por como quedaron las cosas con tu padre, pero estoy segura de que tu abuelo querría que vinieses.

         Mi padre y mi madre llevaban  bastantes años juntos cuando ocurrió “el accidente”. Por aquel entonces, ella sospechaba que pudiera estar siéndole infiel o algo peor. Mi padre recibía llamadas a altas horas de la noche y desaparecía sin dar explicaciones; cuando volvía, mi madre estaba hecha una furia, pero al final siempre lo perdonaba y él parecía quererla de verdad. Pero una vez desapareció toda una semana, no apareció en casa, ni en el trabajo, ni en ningún lugar que él soliera frecuentar. La policía investigó el caso, descubrieron  que había tomado un vuelo a su país natal, aunque no se había puesto en contacto con sus padres, que seguían viviendo allí. Mi madre y yo viajamos hasta allí y tres días después de nuestra llegada, mis abuelos vieron el cobertizo del jardín trasero ardiendo, mi padre estaba allí dentro. Los agentes no pudieron determinar si se trató de un suicidio, un asesinato, o un accidente. Cuando los bomberos consiguieron extinguir el fuego, encontraron el cadáver de mi padre allí. Lo sacaron bajo una sábana pero se deslizó y pude ver los restos calcinados del que fue mi padre. No pude dormir en varias semanas y aun hoy, cuando ni siquiera puedo recordar su rostro, de vez en cuando me asaltan pesadillas relacionadas con el fuego. 

jueves, 3 de mayo de 2012

Capítulo 1


-¿No quieres un poco más?-insistió mi madre

-Por undécima vez mamá, no, estoy lleno.

-¿undécima? Estas exagerando.

-Las he contado, créeme. Me voy a la cama, estoy cansado.- no era cierto pero no veía otra manera de escaquearme.

-Antes de que te vayas, han llamado esta tarde cuando estabas en clase de guitarra.- me dijo, como si fuera una idea de última hora- No me ha querido decir quién era, el caso es que su voz me resultaba familiar…

-¿y…?-la animé a proseguir.

-He apuntado el número, está en la encimera, me han dicho que llames, decían que era urgente.- concluyó.

-Ah, pues gracias por decírmelo tan pronto como has podido- respondí irónicamente.

-Se me ha olvidado, tenía cosas que hacer, tal vez si ayudarás un poco más en casa… ¿Sabes que esta es la primera vez que me siento en todo el día?…

         Cogí el papel de la encimera y me fui a mi cuarto, dejando a mi madre con su monólogo en la cocina. Probablemente aún no se había dado cuenta de que, no solo no la estaba escuchando, sino que ni siquiera me encontraba en la misma habitación que ella. No me sentí culpable, me decía lo mismo todos los días, estaba seguro de poder recitar su sermón de memoria. Por primera vez miré con atención el número que sostenía en la mano, conocía aquel número, aunque tampoco se podía decir que habláramos mucho, estábamos muy unidos. Marqué y espere a que contestaran. Al sexto pitido cogieron, una voz ronca y temblorosa contesto al teléfono -¿diga? Se oyó desde el otro lado de la línea.    Era mi abuela. 

Prólogo


          En los amparos de la oscuridad una anciana desenterraba un cadáver del jardín trasero de su casa. Respiraba trabajosamente, le temblaban las manos y unas gruesas lágrimas corrían por sus arrugadas mejillas. Si alguien descubría lo que había hecho, no volvería a ver la luz del sol, como no fuera por una ventana con barrotes. Oyó un sonido fuera de lugar y la pala cayó al suelo. Inspiró profundamente y al soltar el aire, su aliento se convirtió en vaho al contraste con el frío de la noche. La mujer se repuso, sólo era el teléfono, pero, ¿quién la llamaría a aquellas horas? Entró inquieta  en la casa y respondió al teléfono. La voz se le quebró al  decir -¿diga?