domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo 4


Capítulo 4
         La nieve caía mientras yo iba sentado en el todoterreno  del peor taxista del planeta. Vale, admito que no era el camino mejor asfaltado del mundo, pero daba la impresión de que el conductor se esforzaba por buscar todos los baches y pasarlos del peor modo posible. Tras unos fallidos intentos de establecer una charla amigable con él, me dediqué a pensar mientras veía  los parajes del norte a través de la ventanilla. Los bosques  de coníferas, estaban espolvoreados con nieve, como si de azúcar se tratase y las azules montañas se recortaban contra el cielo crepuscular, el efecto total era deslumbrante.

         Aunque, desde luego, yo no me fijaba en esas cosas… Entre un pestañeo y otro atisbe la primera casucha del pueblo, el cobertizo de Willy, el leñador. Después pasamos por delante de otras 6 o 7 viviendas, nos íbamos acercando al centro del pueblo. Se oían los gritos y las risas de los niños, podía imaginarme sus guerras de bolas de nieve según nos íbamos acercando a la plaza principal. El taxista paró justo enfrente de la fuente, y cuando bajé, un silencio  sepulcral se instauró de repente. La gente me miraba extrañada, como si supieran quien era yo pero no comprendieran por qué estaba allí.  He de reconocer que me sentí algo intimidado por aquella recepción de miradas compasivas y según advertí con sorpresa, también hostiles. ¿Acaso no entendían que, aunque hacía años que no lo veía, quisiera asistir al funeral de mi abuelo? Todo el mundo me estaba mirando, pero no, me di cuenta mientras bajaba las maletas del taxi de que esa afirmación no era totalmente cierta. Había una joven al otro lado de la plaza que no había levantado la vista del inmenso libro que estaba leyendo. El cabello, negro y largo le caía sobre los ojos impidiéndome ver su rostro, pero a ella no parecía dificultarle la lectura, pues no se lo retiró. Entonces me di cuenta de qué era lo que me había chocado de ella, iba descalza y llevaba un vestido largo del color de su pelo cuando yo, que iba muy abrigado y llevaba incluso guantes y bufanda tenía frio. 

sábado, 16 de junio de 2012


Capítulo 3
         La conversación con mi abuela se alargó media hora en la que acordamos que cogería un avión en las vacaciones de Pascua, me quedaría con ella las dos semanas y la ayudaría con el funeral, después le pasé el teléfono a mi madre para que concretará los detalles.
         No me sentí demasiado entusiasmado con la idea de pasar 2 semanas en el pequeño “pueblo”  de mi abuela. Tampoco  estoy seguro de que pueda llamársele pueblo, muy poca gente vive allí y ni siquiera aparece en los mapas. Está rodeado de montañas y llanuras inhóspitas y deshabitadas, la mayoría de los inviernos queda inaccesible por las nevadas, por lo que los lugareños reúnen provisiones para el invierno. Aunque tampoco puede decirse que el resto del año haga mejor tiempo. También es frecuente que quede incomunicado por las tormentas en cualquier fecha del año, las líneas telefónicas, internet…podía decirse que todo lo relacionado con la tecnología era muy endeble en aquel lugar. Cuando yo era pequeño, recuerdo que solíamos ir allí de vacaciones regularmente, y jugaba con un niño de mi edad, Hank. Era mi mejor amigo hasta que murió mi padre y nos distanciamos,  porque desde entonces no había vuelto allí. Resulta curioso que la muerte, que me alejo de aquel lugar, sea la que de nuevo, me lleve de vuelta.